6.4.07

Ay, ay, ay

El lunes 26 de marzo, me dirigía en un coche de la línea Belgrano Sur hacia la localidad de Gregorio de Laferrere. Serían, más o menos, las seis y cuarto de la tarde, cuando el tren se detuvo frente a los monoblocks de Illia, muy cerca a la estación homónima. Para quienes no lo saben, esto se encuentra en el barrio de Soldati (Capital Federal), a un costado de la autopista 7. Esta vía supo ser el techo de la villa El Cartón, hasta que se incendió el asentamiento.
Segundos después de la detención del tren, pasa un patrullero en dirección al grupo de niños que amenazaba con cascotear la formación. A los pocos minutos, el tren continúa su marcha, y uno de los pasajeros grita: "Guarda que están tirando piedras". En sólo décimas de segundo, todos los pasajeros se encontraban tirados en el piso mientras el ruido de los cascotes era preocupante. "Están disparando", dijo otro al tiempo que se oía un arma disparar hacia nuestra ubicación.
Gracias a Dios, durante los segundos que duró la acción no registré herido alguno. Pero lo curioso de todo esto, es que a sólo 100 metros de los agresores, se encontraban unos 20 policías con sus respectivos vehículos, chalecos antibalas, armas... y celulares. Sí, estaban mandando mensajes, o jugando, o vaya a saber uno qué. No quiero que se me malinterprete. No pido que se ataque a esos chicos que como travesura o no sé qué decidieron apedrear y balear un tren. Pero de alguna manera es necesario que se proteja la vida de las personas que viajan.
Ante una protesta pacífica, la policía responde con balas de goma, persecución y gases lacrimógenos. Ante un ataque a inocentes, la policía se entretiene con sus celulares... ¿Y si no matamos a nadie, pero tampoco miramos para otro lado?

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