6.3.13
El enigma de los dos Chávez (febrero de 1999)
18.10.11
Elecciones en la AFA
Eso sí, si la Selección está cada vez peor, si regalamos torneos importantes con Maradona o Batista de DT, si los arbitrajes cada día son peores, si los grandes tienen trato preferencial, si los barras siguen viajando gratis a los mundiales mientras los pelotudos los miramos por TV y si los clubes se siguen fundiendo, quéjense con quienes lo votan y bánquense otros cuatro años.
Ah, en 678 se acordaron que el socio del Gobierno llegó a la Presidencia de la AFA durante la última dictadura militar. Lo hubieran hecho antes de darle millones y millones. Pero claro, se quiere DEMOCRATIZAR el fútbol. Hasta ahora no les salió ni un poquitito.
Qué lindo es saber que mi club no apoya esta farsa. Roberto Bugallo (Presidente de All Boys) no es ejemplo de nada, maneja el club a gusto, hace y deshace como él juzga conveniente y no es el más tolerante a la crítica opositora. Aun así, tiene un poco de sentido común y es algo más que rescatable.
Ni Grondona y sus secuaces! Ni Vila y sus socios! Viva el Fulbo!
5.4.09
Reflexiones sin demagogia

¿Qué pienso de Alfonsín? Empecemos por el lado bueno. Es uno de los pocos presidentes a los que no se le puede reprochar ningún negociado ni enriquecimiento en provecho propio. Eso ya es algo, en la Argentina.
En lo demás tal vez sea muy duro, pero es que viví parte de mi vida en Alemania, principalmente en la posguerra, y tal vez esperé de Alfonsín –después de la dictadura de la desaparición– una política parecida a la del posnazismo en Alemania, donde el pueblo alemán demostró haber aprendido, por fin, la lección para siempre. Nunca más ni el militarismo ni las guerras ni el racismo ni el totalitarismo.
Cuando regresé de mi exilio pensé que la Argentina iba a iniciar el mismo camino de autocrítica, luego de la larga cadena de dictaduras militares y del haber sido escenario de la “Muerte argentina”, como se conoce en el exterior al sistema de la desaparición de personas, la tortura bestial de los prisioneros, su muerte final –como el ser arrojado con vida desde aviones al río– y el robo de sus niños.
No, no fue así. Empezó el tire y afloje. Mi primera decepción fue cuando Alfonsín y su partido no propugnaron la comisión bicameral investigadora de los crímenes militares –como tendría que haber sido– sino que cargó esa responsabilidad en una “comisión de notables” elegidos a dedo. Algunos de los cuales habían sido colaboracionistas de los dictadores o, por lo menos, sonrientes concurrentes a audiencias de los verdugos. Bien, sí, algo hizo la llamada Conadep porque por lo menos se recogieron acusaciones. Pero no se cumplió con la investigación a fondo que podría haber tenido –por su responsabilidad– una comisión bicameral. Para luego pasar al juzgamiento de los responsables mayores.
Se hizo entonces el juicio a los comandantes, pero limitado a eso, a los responsables pero no a los centenares de ejecutores. Y esos responsables fueron a parar a “countries” cercanos a un penal militar, entre jardines y con la visita diaria de sus familias. Luego, el levantamiento de carapintadas y el presidente que va en helicóptero al cuartel a “parlamentar” con los que volvían a levantarse con sus armas contra el poder elegido por el pueblo. En vez de resistir con el pueblo, no, fue a parlamentar. De ahí salieron las humillantes palabras para todos los que estábamos en Plaza de Mayo dispuestos a defender la democracia hasta sus últimas instancias, que quedarán para la historia de las renuncias argentinas: “La casa está en orden”, “Felices Pascuas”. Y de inmediato las leyes que avergonzarán para siempre al Congreso Nacional, de obediencia debida y punto final. Votadas por los representantes de la Unión Cívica Radical.
En otras palabras: libertad incondicional para todos los uniformados de la picana eléctrica y la desaparición. La democracia se había puesto de rodillas ante los criminales desaparecedores. Eso fue imperdonable. Como lo fue también un hecho de ese gobierno: el mantenimiento en la cárcel hasta cumplir con sus condenas de los presos políticos que habían sido condenados por los jueces de la dictadura. Yo los visité hasta bien entrado el año ’88. Fui, me acuerdo, con la actriz noruega Liv Ullmann a Devoto. Allí estaban, eran cuatro. Y nos juraron su inocencia y nos relataron las torturas bestiales a que habían sido sometidos por esos “jueces” de la dictadura a los que el gobierno de Alfonsín no dejó cesantes como tendría que haber hecho. Y el otro acto que nos llenó de tristeza y pesimismo fue la brutal represión ordenada por el gobierno radical contra los invasores de La Tablada. En vez de seguir el consejo del jefe de policía de aquel entonces, de sitiar el cuartel y rendirlos por hambre, envió nada menos que al peor represor que había actuado en Mar del Plata, autor de la trágica Noche de las Corbatas, que llevó a la desaparición de todos los abogados de derechos humanos de esa ciudad. Ese señor general invadió el cuartel de La Tablada con bombas de napalm, gases y fuego cruzado de ametralladoras. La masacre fue evidente: murieron soldados que se hallaban en el cuartel, guerrilleros y hasta se dieron el lujo los militares de haber hecho “desaparecer” a unos cuantos de los jóvenes invasores. La comisión de derechos humanos de la OEA criticaría después abiertamente al gobierno de Alfonsín por ese ataque y por haber sido los acusados mal juzgados, sin los resguardos pertinentes. Y, para no extenderme, el final. El haber abandonado el gobierno cinco meses antes de terminar su mandato, para dejarle el “muerto” económico a Menem. Ningún estadista elegido por el pueblo debe hacer una cosa así. Tiene el deber de demostrar su sentido de la responsabilidad hasta último momento. Por algo el pueblo, después de Alfonsín, cambió de rumbo y volvió a votar al peronismo. Y tuvimos que aguantar diez años a Menem y su saqueo por el Pacto de Olivos, un arreglo de comité que acentuó el personalismo en nuestro país.
No logramos, después de la dictadura de la desaparición, la democracia que deberíamos haber implantado tras las trágicas enseñanzas de nuestro país tan humillado. Escribo esto para llamar a la realidad y no mentirnos en un falso “respeto por los muertos”. Debemos pensar también en los otros muertos, en aquellos que dieron su vida por más justicia en una democracia. Pensar que, desde aquel diciembre de 1983, no hemos cumplido con el principal mandato de una auténtica democracia: un país sin niños con hambre, un país sin villas miseria, un país sin desocupados.
21.10.08
Ser diferente

Micky Vainilla (Peter Capusotto y sus videos, 20 de octubre de 2008).
Video completo
17.7.08
Y ahora?

14.7.08
Democracia
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Anderson, Perry: Más allá del neoliberalismo: Lecciones para la izquierda en "La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social", Sader, E. y Gentilli, P. (compiladores), CLACSO-EUDEBA, Buenos Aires, 1999, pp 146-147.
8.7.08
12.6.08
Campo!!
Hace rato que ya no sé de qué se habla. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? ¿A quién le creo? ¿Qué se quiere tapar con este conflicto? ¿Hay abundancia? ¿El campo está contra la ciudad? ¿Quiénes son "el campo"? ¿Qué quiere el gobierno?
7.5.08
All Boys CAMPEÓN

2.4.08
2 de abril
Hace 26 años, en estos momentos una porción no menor de la sociedad argentina estaba eufórica por la reconquista de las Islas Malvinas. En ese momento, muchos adolescentes eran los encargados de que se "defendiera" la bandera. No sólo estaban mal alimentados, también mal equipados y sin el entrenamiento necesario. Muchos perdieron la vida, muchos se la quitaron luego, muchos siguen viviendo sin poder vivir.
Hoy, nuestra presidente reivindica la soberanía nacional sobre esa tierra donde todo es británico. Dice que lleva a las Malvinas en el corazón, bla, bla, bla. Sin embargo, aquellos adolescentes siguen pidiendo que se les dé un trato más digno, que se les reconozca lo que hicieron. No se defienden los derechos humanos sólo encarcelando a octogenarios genocidas o derogando leyes que los ampararon. Se defienden si se toman medidas contra los presidentes que promovieron esas leyes y los indultaron. Aun no está cerrada la herida en los familiares de desaparecidos, secuestrados, exiliados, torturados, asesinados o perseguidos.
Pero cuando todo eso se hubiera "solucionado", nunca podemos hablar de una política que se diferencie de la del Proceso. Sobre todo si esas víctimas que están perfectamente documentadas, que fueron enviados a la muerte con la excusa de defender la dignidad del país, siguen esperando por sus reivindicaciones. Si uno de los actos de locura y de malignidad más grandes de la historia de nuestro país continúa impune, entonces aquí continúan violándose los derechos humanos.